15 de septiembre de 2011

El Bayern deja claro en el Madrigal la exigencia que supone la Champions League.


El Bayern de Múnich arrastra una historia con mucho kilos de metal en el petate. Sus nombres y sus trofeos son capaces de acobardar unos cuantos metros una defensa. No es de esos equipos el Villarreal. El pedigrí del rival siempre ha sido un aliciente, no una excusa. Siempre ha puesto encima de la mesa su estilo sea quien sea el contrario que tenga delante.
Sin embargo, ayer tuvo que variar su plan ante la baja de Borja Valero. Fue una alternativa contranatura que le hizo correr demasiado tiempo detrás del balón. A eso no están acostumbrados los amarillos. El respetuoso trivote que ideó Garrido dejó al equipo con los zapatos al revés. Intentó cambiar en el segundo tiempo, pero el Bayern ya había impuesto todo su poderío en El Madrigal.
Los alemanes tienen mucho interés en esta Liga de Campeones puesto que la final se disputará en su palacio de Múnich. Para el banquillo han recuperado a Jupp Heynckes después de la claroscura etapa de Van Gaal. No son entrenadores muy distintos en lo táctico, la gran diferencia radica en el talante.
Ribery destrozó toda la estrategia del técnico local desde el minuto uno. Tymonshuck y Schweinsteiger asaltaron esa valla de tres escalones edificada en el centro del campo por el Villarreal. El alemán ha evolucionado con los años hasta convertirse en un magnífico medio centro y la pareja germana se adueñó con autoridad del balón. Sin prisas, todo con mucha cadencia, pero las posesiones de los muniqueses se hacían eternas. Cuando el callejón no tenía salida, la alternativa era siempre el francés. Aposentado en la banda izquierda, sus flechazos siempre fueron mortales. No tardó en clavar en primero a los seis minutos. Arrastró a dos defensores y dejó una vía sin tráfico para la llegada de Kroos desde la segunda línea. Asistencia perfecta para un disparo inalcanzable.
Lo pasó mal el Villarreal en ese tramo. Había perdido la pelota y sufría en el momento que Ribery se acercaba al área. Sólo el genio de Rossi y los desmarques en velocidad de Nilmar a la espalda de los centrales eran la mejor salida. Entre tanto pivote, Senna, Bruno y Marchena, ninguno supo marcar el tic tac de Borja.
Lo intentó Garrido en la segunda parte con la entrada de Cani, pero el Bayern ya se había acomodado al encuentro. Le costó muy poco plantarse ante Diego López. Petersen avisó con un disparo al palo. Pocas veces se ha visto al Villarreal tan extraviado. De repente, esa receta que se sabe de carrerilla desapareció del disco duro. El Bayern es un equipo que sabe castigar con dureza tanta desmemoria.

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